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Sermón: Una familia en movimiento

Idael Montero Pacheco

Hechos 2,42-47
“Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando”.

Que la mañana continúe siendo buena. Que el Señor nos continúe bendiciendo.
El 30 aniversario del CMLK y el 5º aniversario del lanzamiento de la Red Ecuménica Fe por Cuba tiene lugar, en este año, cuando las manecillas del reloj litúrgico marcan el tiempo pascual que es: tiempo de renacimiento, de nueva vida, tiempo de triunfo y victoria. Y este tiempo llegó, después de la gran arremetida que dieron, los fariseos y los enemigos del proyecto de Dios, contra Jesús. Ellos creían que con la muerte de Jesús habían sepultado de una vez y para siempre el evangelio; pero resultó que el evangelio era semilla y pudo germinar, fructificar y esparcirse por el mundo con más fuerza. Precisamente, el texto que compartimos hoy, es una muestra de los frutos, los resultados más significativos del ministerio de Jesús: la vida comunitaria.

El libro de los Hechos revela los primeros pasos de la naciente tradición Cristiana. Esos pasos/movimientos están estrechamente relacionados con las condiciones del contexto pero también con el cambio de mentalidad. Algunos de los movimientos más significativos se produjeron desde:

• El Lugar de adoración: Este movimiento ocurre desde templo/sinagoga hacia la casa familiar. La sola lectura de los evangelios nos permiten ver las condiciones en que se encontraban los templos. De la sinagoga fue expulsado Jesús cuando le dieron a leer el libro del profeta Isaías; precisamente cuando dijo: Hoy la escritura se ha cumplido… El texto relata que lo querían tirar por un despeñadero (Lc. 4, 16-30). En otra ocasión en que Jesús entró al templo se lo encontró convertido en un mercado; precisamente esa fue la ocasión que le hizo decir: han convertido la casa de mi Padre en una cueva de ladrones. El templo fue símbolo de los fariseos/hipocresía, del fundamentalismo, de la institucionalidad religiosa que complementaba la política de los tronos. Los líderes de los templos fueron los que promovieron la persecución en contra del movimiento de Jesús. Los templos pertenecían a la religiosidad institucionalizada oficialmente. Fue por eso que los cristianos tuvieron que cambiar el lugar de adoración: la casa familiar. Fue precisamente la casa el lugar que le proveyó al cristianismo primitivo las condiciones para una práctica religiosa desde la filosofía del hogar, sin la rigidez del templo. La casa, le otorgó al cristianismo la cultura familiar: la hospitalidad y la acogida. Por eso no es casual la costumbre de llamarnos hermanos; no solo por la idea de ser hijas e hijos de un Dios que se identifica como Padre y Madre; sino porque la casa, como espacio de reunión, le otorgó a la iglesia funciones familiares. Por eso podemos caracterizar a las primeras comunidades cristianas como comunidades domésticas. Estrechamente relacionado con estos aspectos, se produce otro movimiento.

• Organizativo: Desde la Asamblea/congregación a la Comunidad: La Asamblea respondía al sistema institucional del templo; mas la comunidad no solo contemplaba el mero hecho de estar en un espacio, sino también una cultura para las relaciones. En este sentido, el encuentro de la fe no podía ser ese espacio donde llegamos a cumplir con el mero programa litúrgico o la agenda institucional, sino un espacio de comunión. Esto se ilustra bien en el Salmo 133: “Miren que bueno y delicioso es que los hermanos habiten juntos en armonía”. Nos podemos juntar en disímiles lugares: una parada, en una cola, en un aula; pero armonizar, solo con una cultura para las relacione humanas, que son posibles cuando somos capaces que tener elementos cohesivos que nos entrelazan con la vida del próximo (Hechos 2, 44-47) Relacionado con esta cuestión es de suma importancia los dones y ministerios que el Espíritu ofrece a la comunidad. Estos dones, le dan a la comunidad el carácter de cuerpo (1 Co. 12, 12-31), donde todos los componentes son importantes. En este sentido, la vida social, desde la filosofía de la comunidad, tiene en gran estima la participación.

Otro movimiento que se produjo tiene que ver con el cambio de mentalidad ética y teológica:

• Teológico y ético: el movimiento que se da desde la ley hacia la gracia: La Ley, fue hecha para el pueblo; pero luego, se invirtió la lógica (retruécano): el pueblo para la ley. Precisamente la carta a los Gálatas es una muestra de la resistencia de un grupo de judeocristianos que querían que los gentiles vivieran conformes a los rudimentos de la Ley, y en ese juego quiso entrar San Pedro. Fue por eso que San Pablo de dijo a San Pedro ¿Cómo tú siendo Judío, te compartas como gentil; vas a pedirle a los gentiles que se comparten como judíos? (Ga. 2, 14).También Pablo aclara que ya no estamos bajo la ley sino bajo la gracia (del favor inmerecido); por tanto, es un regalo de Dios para la humanidad (Ga. 2, 8-9). Lo más triste del caso era que los promotores de la ley, en muchos de los casos, para no ser absoluto, son practicantes del llamado “11no. Mandamiento”: Haz lo que yo digo y no lo que yo hago. Lo cierto es que hubo sobradas razones para moverse del espacio de la ley, porque se convirtió en un yugo opresor, en un instrumento de vilipendio de la dignidad humana y en un recetario o manual para la vida religiosa. La gente creía que con la mera práctica de “la ley” era suficiente para la vida religiosa: En este sentido, podemos apreciar, en muchos ejemplos, la crítica que hace Jesús a esta situación: Recordemos el fariseo que fue a orar diciendo: “Señor gracias porque no soy… ni como ese publicano” (Lc. 18, 9-14) También está el encuentro con el joven rico que le dijo: he cumplido la ley… pero Jesús le dijo: una cosa te falta: vende lo que tienes y dale a los pobres…el pasaje dice que el hombre se fue triste porque tenía muchas propiedades (Lc. 18. 18-24). Lo más penoso del caso, era que las exigencias mayores de la ley que tenían que ver con la práctica de la justicia, fue relegada (Mateo 23, 23.

Por último se pueden percibir en el libro de Hechos un movimiento que tiene más que ver con lo sociocultural: un movimiento a la Universalidad.

• Sociocultural: de la local a lo universal. Esto se ilustra en el pasaje que relata la experiencia de Pedro en la casa de Cornelio donde él concluyó diciendo: ahora comprendo que Dios no hace acepción de personas. (Hch. 10, 34-35) También está la experiencia de Pentecostés (Hch. 2), donde cada cual escuchó hablar del evangelio en su propia lengua. Hay muchos términos que la Biblia recoge que se han usado de manera despectiva para designar a las personas que tenían una cultura diferente a la “pureza judía”: gentiles, incircunciso, entre otros. Detrás de estos términos está la exclusión. Sin embargo, la naciente comunidad de fe fue capaz de abrirse al mundo no judío, romper procesalmente con una serie de prejuicio, de diluirse en las tradiciones culturales. En este sentido, Pablo dijo: ya no hay judío ni griego… todos somos uno (Ga. 3, 28).

El lema que está identificando la celebración del 30 Aniversario del Centro y del 5 to. Aniversario del lanzamiento de la Red Ecuménica “Fe por Cuba” es “Una familia en movimiento”. Cuando tejía las ideas para este reflexión, recordaba mis primeros pasos con el Centro. Era la década de los 90´s, cuando el período especial estaba a punto de caramelo. Resulta ser que en Santo Domingo, Granma, se iba a celebrar un Taller de “Formación de Moderadores”, auspiciado por el DECAP-CIC, si mi memoria no me falla. Para mi suerte, muchas personas que habían matriculado no pudieron asistir; y a última hora, Ebenezer-pastor en aquel entonces-, salió en una bicicleta a buscar personas disponibles, y en el camino me encontró. Yo era uno de la gran cantidad de jóvenes que podíamos, sin preocupación ninguna, pasar 15 o 20 días en la “Villa Santo Domingo”, porque era de los muchos que vivíamos por vivir, desvinculados del estudio y del empleo; para colmo, eso a la iglesia parecía que no le preocupaba mucho… Nosotros vivíamos metidos en la iglesia todo el tiempo… era la única motivación que teníamos… ¡hakuna matata: una forma de ser!… Cuando llegábamos a la casa, estábamos obligados a escuchar el otro sermón: el de la familia: ¿Qué piensas de la vida? ¿Hasta cuándo vas a estas perdiendo el tiempo sin hacer nada útil con lo mala que está la cosa? ¿Estás desperdiciando el tiempo y la juventud?(…) Y con respecto a lo que estaba pasando en el país, en aquel tiempo lo interpretábamos como una de las señales de que el mundo de iba a acabar.

En ese contexto, conocimos a Adalys Vázquez y ella nos presentó al Centro y seguidamente nos vinculamos a través del Área de Formación Socioteológica y Pastoral; en un primer momento, por los cursos CEPAS; luego, por los talleres socioteológicos y Biblia; también por los cursos de Educación Popular. En el Centro fue ese espacio donde aprendimos a movernos en diferentes aspectos de la vida:

• Aprendimos a lidiar con la diversidad. Por lo menos yo, nunca había estado en un lugar con tantas tradiciones de fe. Estaba acostumbrado a ver a los cristianos con camisa mangas largas y corbata; y a las mujeres con faldas que nunca pasaban por encima de las rodillas…en ese tiempo para nosotros pintarse los labios era pecado… fueron tiempos muy duros porque estábamos acostumbrado a creer que mi experiencia era la única válida y lo diferente, era tildado de satánico, diabólico, mundano y cuanto término despectivo encontrábamos…El aprendizaje fue doloroso pero nos elevó a un lugar superior.

• Aprendimos a pensar, cuestionar, sospechar. Creo que esto fue lo que más problemas nos causó. Nosotros estábamos formados al estilo militar de “ordeno y mando”. Las decisiones de los líderes era prácticamente infalibles; y cuando alguno se atrevía a decir algo diferente era tildado como rebelde…Pero aprendimos a cuestionar, a sospechar, a evaluar… y aprendimos a no sentirnos por eso como que estamos dañando la unidad, sino todo lo contrario; con el ejercicio de la crítica constructiva nos sentíamos como verdaderos colaboradores del mejoramiento de la institución.

• Aprendimos a salir de las cuatro paredes del templo, para predicar, no solo con el kerigma, la palabra hablada, sino también con la diaconía, con el servicio y con el testimonio. Cuando digo testimonio me refiero a ser consecuente con el momento histórico en que se vive.

• Aprendimos también una concepción metodológica y filosófica para el trabajo con la comunidad de fe, para lo que hacíamos en diferentes aristas de nuestra trabajo: La concepción y metodología de la Educación Popular.

Hoy, el eslogan “una familia en movimiento” nos acompaña. Tendríamos entonces que preguntarnos:
• ¿Hacia dónde nos movemos?
• ¿Por qué y para qué nos movemos?
• ¿Con quienes nos movemos?
• ¿Por dónde nos movemos?

Por muy diversas que sean las respuestas, no podemos perder de vista que nos movemos en un contexto complejo, vivimos en sociedades complejas, que difiere mucho de la sociedad de hace 30 años atrás.

Nos movemos por zonas cambiantes. O sea, que los espacios por los cuales caminamos también se transforman cotidianamente. Parafraseando a Heráclito, nadie visita dos veces una misma comunidad, ni se transita dos veces por un mismo camino… En otro tiempo, los cambios eran más esporádicos, pero hoy, los cambios se dan cada vez más de prisa. Esto nos complejiza más el trabajo, pues cuando tenemos “la respuesta”, el contexto cambia “la pregunta”; cuando tenemos “la solución”, entonces cambia “el problema”. Precisamente en Cuba se están dando cambios significativos en el ámbito económico, político y sociocultural. Esta realidad nos desafía cada vez más, por tal motivo, no podemos perder las prácticas que Jesús nos enseñó: La capacidad de reencarnar en cada situación, en cada contexto; la capacidad de resucitar cual filosofía de la semilla, y la de ser consecuente con el proyecto del Reino, a decir del salmista: hasta que la paz y la justicia de besen (Salmo 85).

En nuestro caminar, tampoco podemos renunciar a nuestro destino. Los caminos pueden variar, los medios pueden cambiar; pero el destino siempre debe ser el prójimo, preferencialmente los que estás en desventaja. Tampoco podemos perder la condición de seguir siendo “los del camino”. Nunca podemos renunciar a la condición de pelegrinos porque forma parte sustancial de nuestra identidad; lo contrario, sería convertirnos en agua estancada, contaminada y dañina para la salud. En este sentido, nuestra condición debe ser siempre la de compañeros, con las implicaciones y los desafíos que esto lleva consigo y los valores que exige esta vocación.

Por último, nuestro caminar no nos va a llevar hasta la concreción de nuestras utopías, de nuestros sueños. No seamos ingenuos en creer que en nuestras manos está el único destino cierto para la sociedad. Entonces ¿Para qué sirve nuestra aventura?: Precisamente, “para caminar”. “Somos una familia pelegrina, con una misión, compañera de caminos, de alegrías, de dolores y esperanzas…” con la certeza de saber que nuestra utopía se aleja cual horizonte mientras caminamos, pero siempre con la fe de que nos llevará a un lugar superior, y con la satisfacción de saber que participamos, que no nos cruzamos de brazos ante los desafíos del contexto… Es por eso que cada día, debemos ser sensibles a la voz de Dios que nos dice a través del profeta: dile a mi pueblo que marche… (Ex 14, 15) Di a las y los caminantes del CMLK, las y los pelegrinos de las Redes, a las y los que se aventuran por el sueño de un mejor mundo: ¡que marchen!

Que el Señor nos acompañe siempre en nuestro caminar…y nos instruya en la sabiduría de renovar las fuerzas para caminar. Amén.

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